«Mi nombre en clave es Centinela.
Soy lo que en argot policial se denomina un cabalgador de sueños. O cabalgadora, en mi caso. Todavía no se ha descubierto la razón, pero por ahora hay más mujeres cabalgadoras que cabalgadores, en razón de casi cuatro a uno. «Cabalgadores de sueños» debe de ser el único departamento policial en el que nosotras predominamos: somos cuatro mujeres y un hombre. Gozamos de un gran prestigio y de cierta aura sobrenatural que nos beneficia: dentro de las fuerzas especiales de la policía de Ciudad de México, pertenecemos a una categoría superior al grupo «Alfa» o a los «Tigres».
—Hola cariño, ¡qué sorpresa tan agradable! Esta noche no iba a hacer nada. Estaba tan enfadado por la pelea de esta mañana... ¡Vaya escena! ¿Dónde está la silla?
—En la basura —es mi escueta respuesta.
—Mejor lo olvidamos —Narciso frunce los labios como si se arrepintiera de lo que ha ocurrido tan solo hace unas horas—. Hemos tenido un mal despertar. La culpa es del tequila. Quería telefonearte por si te apetecía venir a mi casa, pero al llamarme tú... No me lo he pensado ni un momento. Una orden tuya y acudo más veloz que el viento.
Quien así platica es mi novio. Llevamos juntos más de un año. Es el heredero de una de las familias más ricas no sólo de Ciudad sino de México entero; en cambio yo soy una huérfana que trabaja de policía. Tuvimos que superar las reticencias de su madre, que no me tragaba. Hará cosa de un mes la asesinaron. Mi novio es el principal sospechoso...»
Soy lo que en argot policial se denomina un cabalgador de sueños. O cabalgadora, en mi caso. Todavía no se ha descubierto la razón, pero por ahora hay más mujeres cabalgadoras que cabalgadores, en razón de casi cuatro a uno. «Cabalgadores de sueños» debe de ser el único departamento policial en el que nosotras predominamos: somos cuatro mujeres y un hombre. Gozamos de un gran prestigio y de cierta aura sobrenatural que nos beneficia: dentro de las fuerzas especiales de la policía de Ciudad de México, pertenecemos a una categoría superior al grupo «Alfa» o a los «Tigres».
—Hola cariño, ¡qué sorpresa tan agradable! Esta noche no iba a hacer nada. Estaba tan enfadado por la pelea de esta mañana... ¡Vaya escena! ¿Dónde está la silla?
—En la basura —es mi escueta respuesta.
—Mejor lo olvidamos —Narciso frunce los labios como si se arrepintiera de lo que ha ocurrido tan solo hace unas horas—. Hemos tenido un mal despertar. La culpa es del tequila. Quería telefonearte por si te apetecía venir a mi casa, pero al llamarme tú... No me lo he pensado ni un momento. Una orden tuya y acudo más veloz que el viento.
Quien así platica es mi novio. Llevamos juntos más de un año. Es el heredero de una de las familias más ricas no sólo de Ciudad sino de México entero; en cambio yo soy una huérfana que trabaja de policía. Tuvimos que superar las reticencias de su madre, que no me tragaba. Hará cosa de un mes la asesinaron. Mi novio es el principal sospechoso...»